viernes, febrero 21, 2020

#NoProtestenMásPorMí

Estimados manifestantes del paro nacional, hoy quiero escribirles esperando que estas letras lleguen hasta ustedes.
Más que reproches o alegatos quiero manifestarles mi agradecimiento más profundo por todo lo que han promovido en estos días, estas semanas, estos meses.

En primer lugar quiero agradecer por los múltiples mensajes que nos dejan por toda la ciudad en las fachadas de las casas, de los edificios y lugares públicos por donde han pasado caminando en sus arduas jornadas de protesta, también agradezco los mensajes que han dejado en las unidades de transporte público, les dan un toque de originalidad y libertad; tuve que buscar un curso online para poder interpretar tantos grafitis hermosos que, con mucho esmero, han tenido a bien diseñar. ¡Gracias por invertir en la ciudad su tiempo, su talento y sus pinturas!

Me siento muy agradecido de que en algunos sectores de la ciudad hayan encendido fogatas para calentarnos en estas bajas temperaturas que sufre Bogotá, debido a los cambios climáticos que se pusieron de moda de un tiempo para acá.

Gracias por tan grande sacrificio de planear estrategias que llamen la atención a los habitantes de la capital, gracias por organizar a tanta gente con un mismo propósito y gestionar la logística en cada evento en que han tenido que conseguir tanta cosa, como: Palos, llantas usadas, gasolina, pancartas, pintura, ladrillos, agua y demás para llamar la atención de este gobierno que lo único que hace es reprimir al pueblo.

El sacrificio que han hecho por todos los capitalinos es evidente al día siguiente de cada manifestación, realmente se me aguan los ojos al pensar en todo lo que tuvieron que sufrir hasta altas horas de la noche por representarnos a nosotros –los que nos la pasamos ocupados en cosas tan banales como trabajar en empresas de las que no somos dueños- que en lugar de bajarnos de los vehículos que nos transportan para acompañarlos a ustedes, buscamos llegar a casa lo antes posible a ver a nuestra familia y sintonizar las noticias de esos medios de comunicación mentirosos que nos cuentan un panorama tan diferente.

Gracias por tener el valor de enfrentarse sin armas ni protección corporal a esos hombres de negro, acorazados de pies a cabeza, que no tienen el valor de dar la cara y se esconden detrás de un escudo y una careta que les proporcionó el gobierno local para atacar la libre expresión y la libre movilización dentro de este país demócrata y libre.

Son tantas las razones que nos dan para agradecerles que no merecemos tanto esfuerzo de su parte, por favor, no protesten más por nosotros, #NoProtestenMásPorMí, no merezco que sigan exponiendo sus vidas por mi beneficio, #NoProtestenMásPorMí.

jueves, febrero 20, 2020

... mi hijo.

Recuerdo, como si fuera hoy, que conocí a mi hijo Sebastián el día que nació, en una incubadora... Porque nació de 8 meses, porque nació prácticamente muerto y tuvieron que revivirlo.

Lo conocí entre sentimientos encontrados, estaba feliz de tenerlo porque aunque no pude tocarle, pude verlo y estaba entre nosotros ¡vivo!; y triste porque no estaba del todo bien pues lo veía que sentía dolor... Porque por su mejilla redonda corrió, lento, una pequeña lágrima.

Estuvo un tiempo en el hospital después que dieron de alta a mi esposa, así que a diario debíamos desplazarnos para estar con él. Fueron días difíciles - porque corrían riesgos de enfermedad tanto mi hijo como mi esposa-; finalmente le dieron salida pero tenía complicaciones respiratorias puesto que sus pulmones no habían madurado del todo; a los pocos meses de salir tuvimos que volverlo a hospitalizar, y así cada cierto tiempo hasta los 2 años de edad.

La última vez que estuvo internado, mi esposa pidió una licencia en su trabajo para poder estar a diario con él en el hospital, yo estuve enfermo del estómago los primeros 8 días (era toda una odisea tener que atravesar la ciudad para estar con ellos).
Al terminar la licencia de 15 días y regresar a su trabajo, mi esposa se encontró con que ya no tenía empleo, ¡la despidieron!

Es muy triste tener que dejar a tu hijo en el hospital solo, con gente que no conoce, sintiéndose abandonado y sin que puedas decidir o exigir poder estar todo el tiempo a su lado; eso pasaba cada día a las 5 de la tarde, cuando debíamos salir de la unidad de cuidados intermedios en la que estaba.

Durante cada una de sus temporadas en el hospital siempre vi que se esforzaba por estar bien, Dios nos dio un luchador; y verlo salir de cada una de estas situaciones difíciles me enseñó que la vida nos dotó de características que podemos usar para avanzar y no quedarnos estancados, nos dio la posibilidad de continuar.

Pudimos haber desistido, mi hijo pudo haberse rendido, pero queríamos que viviera y él también, porque el instinto de supervivencia nos hace superar cosas como estas.
Hoy mi hijo tiene 21 años y está por terminar su carrera universitaria, Dios nos lo dio, luego lo sanó y lo ha sostenido todo este tiempo.
Si sigues leyendo justo ahora, quiero invitarte a no rendirte, quiero invitarte a continuar hacia tu meta, porque no vas solo, Dios está a tu lado.
No te fijes mucho en los obstáculos del camino porque son pasajeros, fíjate en la voz y en las manos de Aquel que te sostiene y no te dejará caer.