viernes, marzo 13, 2020

Grito de Auxilio

Que Cristo venga por su iglesia es lo que todo creyente espera en estos tiempos en los que
parece vislumbrarse el fin de nuestra era y el exterminio de la raza humana.

Desde hace mucho tiempo se ha venido proclamando a los cuatro vientos que el final se
acerca y en todas partes se escucha el grito: ¡Cristo viene ya!

También se escucha fuerte la crítica de los incrédulos, aquellos bien conocidos en el argot
popular cristiano como Hijos del Diablo, que hacen mofa de nuestra eterna espera por los
tiempos finales -porque desde que estuvo Cristo en la tierra se están proclamando, y nada
que llegan-

Entre más pistas leemos en el santo evangelio, más nos despista la actualidad, porque si a
las pruebas nos remitimos, siempre ha habido guerra entre naciones, la naturaleza todo el
tiempo ha sido implacable y ni qué hablar de las constantes discordias entre familiares,
amigos y vecinos; así las cosas, solo nos queda pensar que los cristianos de todas las
épocas han vivido asustados esperando anochecer y no amanecer.

Y salen a relucir preguntas como: ¿La Biblia miente acerca del fin de los tiempos? ¿Lo que
menciona la Biblia acerca del tema hay que tomarlo de manera textual o simbólica?
¿Debemos seguir esperando que algún día se cumpla lo que dice el libro sagrado? ¿Por
qué no hay una fecha exacta y convincente acerca del fin de los tiempos?, etcétera.

Sin duda alguna, dada la inexactitud, la mayoría de los conceptos conocidos son
preeminentemente especulativos y cualquier predicción realizada tiene grandes
posibilidades de fallar (entre otras cosas, porque al llegar el fin, no tendríamos cómo
comprobarla); y justamente por estas características muchos esperan que el fin del mundo
sea en un futuro muy lejano, tras haber visto innumerables avances tecnológicos, haber
visitado diferentes planetas o aceptar que había vida extraterrestre similar a la raza humana
(solo que mucho más avanzada).

Es evidente que todo ha de acabarse, nada es eterno; y mucho menos este mundo en que
vivimos, puesto que al paso que vamos nosotros mismos le daremos cristiana sepultura con
la forma tan absurda en que hemos destruido la naturaleza y el medio ambiente. Ya la
“madre tierra” nos está pasando factura por los maltratos que ha recibido, principalmente,
en el último siglo.

Siempre hacemos simulacros de evacuaciones en nuestras ciudades, suponiendo que
podremos sobrevivir en caso de que tengamos que presenciar alguna catástrofe provocada
por la naturaleza, nos preparamos con herramientas y artefactos que podrían ayudarnos a
mantenernos con vida y nos capacitamos para poder ayudar a otros en una posible
amenaza; es que nadie quiere morir, todos queremos vivir y esperamos que se nos dé la
oportunidad de seguir dejando huella en nuestro entorno, es apenas lógico.

Creo con toda mi fe que el mundo ha de terminar algún día, cercano o lejano, pero va a
llegar a su fin; también espero que no sea demasiado pronto (es que aún hay cosas por vivir
y disfrutar en este planeta que nos dieron como hogar); y estoy seguro de que la fecha de
vencimiento se está acercando más a prisa que antes.

Pero el grito de auxilio que debemos promover, no me parece que sea “El fin del mundo se
acerca”, sino más bien “El fin de mi vida se acerca” porque no tenemos la vida comprada,
no somos seres inmortales, no sabemos cuándo tengamos que partir de este cómodo lugar;
porque hoy estamos vivos, en este instante respiramos, soñamos, amamos, pero no
sabemos si al finalizar de leer este artículo, perezcamos.

Hay un grito de auxilio que está en el fondo de nuestra alma, que hemos estado ignorando,
que hemos estado apagando, ahogando; es el grito por un cambio extremo en nuestro
interior porque ¿de qué nos sirve saber que el mundo se va a acabar y conocer todas las
teorías al respecto si morimos hoy y no estamos preparados para enfrentar la eternidad que
nos espera?; ese cambio es la Luz del mundo que ilumina a todo hombre que camina con
ella, ese cambio es el camino que nos lleva a tener paz interior, que nos lleva a la
reconciliación, ese cambio es la verdad que siempre hemos buscado en todas partes, la
verdad que nos da la convicción de ir por el sendero correcto sin temor a perdernos.

Es hora de encontrarnos con el Creador del mundo en el que vivimos, el que todo lo sabe
acerca de los comienzos y los finales en nuestra existencia, es hora de estar a paz y salvo
con él, por si morimos, por si vivimos.

jueves, marzo 12, 2020

Abortar, un acto de responsabilidad

Por estos días todos quieren opinar acerca de las decisiones que toma una mujer sobre su cuerpo, específicamente en cuanto a si debe o no abortar, por las razones que sean.

En Colombia se habla acerca de la "Despenalización del Aborto", reconociéndose constitucionalmente como la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) por ser un derecho íntimamente ligado al derecho a la vida, a la salud, a la integridad, a la autodeterminación, intimidad y dignidad de las mujeres y que debe ser garantizado por el Sistema de Seguridad Social en Salud, de acuerdo a la sentencia C-355 de 2006.

Por su parte, la Alcaldesa de Bogotá, Claudia López, ha hecho un llamado a superar las “Barreras que impiden el acceso de las mujeres a la IVE”, entre las que se encuentran: El enorme desconocimiento sobre la normatividad vigente de la IVE; (En atención en salud) se cuestiona o se intenta disuadir a las mujeres frente a su decisión, haciéndolas sentir culpables y juzgando su autonomía sexual y reproductiva; el ejercicio adecuado de la objeción de conciencia por parte del profesional de la salud; la ambigüedad que genera entre los médicos la tipificación del aborto como un delito; el modelo de causales que rige actualmente (cuando peligra la vida o la salud de la “madre”, cuando se presenta malformación del feto incompatible con la vida, y cuando el embarazo es producto de violencia sexual), entre otras, de las diez que menciona en su comunicado de prensa del 11 de febrero de 2020.

De otro lado, los religiosos hablan acerca del pecado en que consiste el abortar; estas son algunas palabras del Papa Francisco en octubre de 2018: “No se puede, no es justo ‘quitar’ a un ser humano, aunque sea pequeño, para resolver un problema. Es como contratar un sicario para resolver un problema”.

Toda mujer que decide abortar, seguramente ha de tener una o varias razones válidas para recurrir a dicho procedimiento y si la ampara la ley, con mayor razón, lo hará.

En nuestra sociedad hay un problema que consiste en ver la viga en el ojo ajeno y querer que los demás hagan de su vida lo que nosotros haríamos; que si los demás pecan lo hagan bajo nuestros estándares pues de lo contrario irán a algún nivel más bajo en el infierno, más al fondo.

Abortar, como todo lo demás que se hace en la vida, es un acto de responsabilidad; el meollo del asunto es que nadie puede responder por las acciones de otro (o de otra, en este caso), las determinaciones que cada mujer tome teniendo en cuenta su hábitat, su cultura, su educación, su status, etc., van a generar, sin duda, beneficios o consecuencias; actualmente, nuestras leyes no van a dar por culpables a aquellas personas que determinen quitarle la vida a un nasciturus (término jurídico que designa al ser humano desde que es concebido hasta su nacimiento), la sociedad tampoco, solo queda la responsabilidad moral individual y el indulto o condena del Dador de la Vida.

viernes, febrero 21, 2020

#NoProtestenMásPorMí

Estimados manifestantes del paro nacional, hoy quiero escribirles esperando que estas letras lleguen hasta ustedes.
Más que reproches o alegatos quiero manifestarles mi agradecimiento más profundo por todo lo que han promovido en estos días, estas semanas, estos meses.

En primer lugar quiero agradecer por los múltiples mensajes que nos dejan por toda la ciudad en las fachadas de las casas, de los edificios y lugares públicos por donde han pasado caminando en sus arduas jornadas de protesta, también agradezco los mensajes que han dejado en las unidades de transporte público, les dan un toque de originalidad y libertad; tuve que buscar un curso online para poder interpretar tantos grafitis hermosos que, con mucho esmero, han tenido a bien diseñar. ¡Gracias por invertir en la ciudad su tiempo, su talento y sus pinturas!

Me siento muy agradecido de que en algunos sectores de la ciudad hayan encendido fogatas para calentarnos en estas bajas temperaturas que sufre Bogotá, debido a los cambios climáticos que se pusieron de moda de un tiempo para acá.

Gracias por tan grande sacrificio de planear estrategias que llamen la atención a los habitantes de la capital, gracias por organizar a tanta gente con un mismo propósito y gestionar la logística en cada evento en que han tenido que conseguir tanta cosa, como: Palos, llantas usadas, gasolina, pancartas, pintura, ladrillos, agua y demás para llamar la atención de este gobierno que lo único que hace es reprimir al pueblo.

El sacrificio que han hecho por todos los capitalinos es evidente al día siguiente de cada manifestación, realmente se me aguan los ojos al pensar en todo lo que tuvieron que sufrir hasta altas horas de la noche por representarnos a nosotros –los que nos la pasamos ocupados en cosas tan banales como trabajar en empresas de las que no somos dueños- que en lugar de bajarnos de los vehículos que nos transportan para acompañarlos a ustedes, buscamos llegar a casa lo antes posible a ver a nuestra familia y sintonizar las noticias de esos medios de comunicación mentirosos que nos cuentan un panorama tan diferente.

Gracias por tener el valor de enfrentarse sin armas ni protección corporal a esos hombres de negro, acorazados de pies a cabeza, que no tienen el valor de dar la cara y se esconden detrás de un escudo y una careta que les proporcionó el gobierno local para atacar la libre expresión y la libre movilización dentro de este país demócrata y libre.

Son tantas las razones que nos dan para agradecerles que no merecemos tanto esfuerzo de su parte, por favor, no protesten más por nosotros, #NoProtestenMásPorMí, no merezco que sigan exponiendo sus vidas por mi beneficio, #NoProtestenMásPorMí.

jueves, febrero 20, 2020

... mi hijo.

Recuerdo, como si fuera hoy, que conocí a mi hijo Sebastián el día que nació, en una incubadora... Porque nació de 8 meses, porque nació prácticamente muerto y tuvieron que revivirlo.

Lo conocí entre sentimientos encontrados, estaba feliz de tenerlo porque aunque no pude tocarle, pude verlo y estaba entre nosotros ¡vivo!; y triste porque no estaba del todo bien pues lo veía que sentía dolor... Porque por su mejilla redonda corrió, lento, una pequeña lágrima.

Estuvo un tiempo en el hospital después que dieron de alta a mi esposa, así que a diario debíamos desplazarnos para estar con él. Fueron días difíciles - porque corrían riesgos de enfermedad tanto mi hijo como mi esposa-; finalmente le dieron salida pero tenía complicaciones respiratorias puesto que sus pulmones no habían madurado del todo; a los pocos meses de salir tuvimos que volverlo a hospitalizar, y así cada cierto tiempo hasta los 2 años de edad.

La última vez que estuvo internado, mi esposa pidió una licencia en su trabajo para poder estar a diario con él en el hospital, yo estuve enfermo del estómago los primeros 8 días (era toda una odisea tener que atravesar la ciudad para estar con ellos).
Al terminar la licencia de 15 días y regresar a su trabajo, mi esposa se encontró con que ya no tenía empleo, ¡la despidieron!

Es muy triste tener que dejar a tu hijo en el hospital solo, con gente que no conoce, sintiéndose abandonado y sin que puedas decidir o exigir poder estar todo el tiempo a su lado; eso pasaba cada día a las 5 de la tarde, cuando debíamos salir de la unidad de cuidados intermedios en la que estaba.

Durante cada una de sus temporadas en el hospital siempre vi que se esforzaba por estar bien, Dios nos dio un luchador; y verlo salir de cada una de estas situaciones difíciles me enseñó que la vida nos dotó de características que podemos usar para avanzar y no quedarnos estancados, nos dio la posibilidad de continuar.

Pudimos haber desistido, mi hijo pudo haberse rendido, pero queríamos que viviera y él también, porque el instinto de supervivencia nos hace superar cosas como estas.
Hoy mi hijo tiene 21 años y está por terminar su carrera universitaria, Dios nos lo dio, luego lo sanó y lo ha sostenido todo este tiempo.
Si sigues leyendo justo ahora, quiero invitarte a no rendirte, quiero invitarte a continuar hacia tu meta, porque no vas solo, Dios está a tu lado.
No te fijes mucho en los obstáculos del camino porque son pasajeros, fíjate en la voz y en las manos de Aquel que te sostiene y no te dejará caer.